Ref. CV0083

Valle-Inclán y la bohemia

¿Fue o no fue bohemio Valle-Inclán? ¿Perteneció a esa tribu de iconoclastas que luchaban por el ideal del arte y por cambiar la vida del artista? Algunos ilustres valleinclanistas lo niegan. Valle-Inclán -dicen- nunca perteneció a ese grupo de desarrapados, de alcohólicos, de vagos en definitiva, que fueron tempranamente a la tumba y que no consiguieron dejar rastro alguno de su genio, si es que tuvieron alguno. Valle-Inclán -insisten- nunca pudo pertenecer a la llamada cofradía de la pirueta, ni practicó nunca el "sublime arte del sablazo". Muy al contrario -persisten- nunca pidió un duro y nunca recurrió a un amigo, a pesar de las infinitas calamidades y privaciones a que se vio obligado. Para otros, Valle-Inclán siempre, hasta sus últimos días, fue un bohemio. Fue -también siempre- solidario con ese grupo de hampones y desarrapados y practicó sus mismos o parecidos ideales, tan degradados generalmente y tan denigrados por las llamadas gentes de orden. Tal confusión se produce por la pobre e ignorante opinión que las gentes de letras tienen de la bohemia, y aún peor de los bohemios. Cuando se pronuncia esa desprestigiada palabra, todo el mundo la asocia a la mendicidad, al sablazo, a la hamponería desvergonzada. Pero la bohemia no es eso, o al menos no es sólo eso. José Esteban

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