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El presente ensayo aborda la transcendencia del fenómeno de la reinvención del Quijote que tuvo lugar entre 1905 y 1930, que empieza por la unamuniana Vida de don Quijote y Sancho y que concluye con La invención del Quijote, de Manuel Azaña. Transcendencia que fue mucho más allá de lo meramente literario, pues el Quijote no es sólo a las generaciones del 98 y del 14 lo que fue Góngora a la del 27, sino que además se buscaba en la inmortal obra cervantina las claves para entender una España que vivía entonces una decadencia a la que quisieron hacer frente poniendo su obra al servicio del progreso del país. Y, lo que no es menos importante, la mayor parte de quienes llevaron a cabo esa reinvención serían al mismo tiempo los forjadores de un nuevo Estado que se proclamó el 14 de abril de 1931. Entonces, también languidecía una Restauración. Entonces, como ahora, la vida púbica había alcanzado un enorme desprestigio. La diferencia más inquietante del momento presente con respecto a lo que se vivió en las primeras décadas del siglo pasado es la orfandad de referentes intelectuales que sufrimos a día de hoy. Pues bien, esa orfandad no puede ser paliada con la obra de los intelectuales más prestigiosos del pasado siglo, pero es seguro que el conocimiento de sus sentires y pensamientos con respecto a España puede servirnos en la andadura. Actual la crisis de este país. Actual siempre el Quijote. Actual la obra de lo mejor que hemos tenido en la historia de nuestro pensamiento. Conjunto de actualidades que deben estar presentes en las efemérides cervantinas y en el debate público sobre nuestro país. A todo esto aspira a atender el presente ensayo.