Con Nebelglanz se da título y albergue a una nueva y última remesa de conversaciones mantenidas una vez más en París con José María Álvarez –entre 2014 y 2015–, y que ponen fin a una trilogía que empezó con Exiliado en el arte (Renacimiento, 2013) y siguió años después con La pasión de la libertad (Ulises, 2015). Al hilo de las observaciones diarias de este poeta recogidas en sus diversos escritos y anotaciones diarísticas va surgiendo una auténtica batería de preguntas inacabable, que inciden tanto en su andadura vital –su vitalidad y el gozo de vivir– como en la literaria –en Alvarez no hay mirada sin referencia cultural–. Algunos poetas, como José María Álvarez, nos han dado más de lo que ellos creían darnos. Nos han dado sus sueños, sus perplejidades, sus emociones, sus incertidumbres. Maestro en ese arte de bien vivir, pero con arreglo a unos principios irrenunciables, Álvarez nos ofrece en estas páginas su más intensa pulsión vital e intelectual, aparece como alguien convencido de que la literatura ennoblece la vida –el poeta atraviesa un excelente momento creador– pero también pisa terrenos difíciles, arriesga como no arriesga casi nadie. Disfruta de la vida porque la ama con alegría. Su elegancia antigua, su resistencia a la mediocridad, la diferencia, la voluntad de recorrer caminos propios, la defensa y cultivo de la individualidad, su escepticismo y su desmesura, lo pueden hacer a veces inquietante, subversivo, pero fúlgido como esa niebla de claridad de la que hablara Goethe en sus versos, la que fluye misteriosamente dentro de su vida. Alfredo Rodríguez