Nuestra postmodernidad tecnológica ha provocado una inversión del paradigma en la evolución de la humanidad, que las etopías expuestas en este ensayo tratarán de analizar. Mediante un progreso engañoso y destructivo, consistente en desarrollar al límite la producción, la eficacia y la rentabilidad, se ha llegado a una situación problemática (cambio climático, crisis energética y económica, conflictos planetarios, pero también alienación humana), y entonces se ha roto la armonía con la naturaleza, que aseguraba el equilibrio entre la actividad humana y las cosas del mundo (destrucción del hábitat, fin del bienestar, enfermedades mentales). […] Y es que no todo se reduce a un número, a la cantidad, a un orden aritmético-geométrico. Por eso el progreso mal entendido ha delimitado, por su excesividad, y ha acabado cegando la creatividad humana basada en la subjetividad, origen de todo lo que un individuo podría hacer mediante el pensar, el decir y el actuar. […] El necesario equilibrio entre razón y emoción se ha roto, a causa de una confianza ciega o desmesurada en un ideal de la lógica tecnocrática (exceso de la razón instrumentalizada) que recorta todo el espectro perceptivo, comunicativo y cognitivo. Por ejemplo, la pantalla, que ahora mismo es el medio ideal de interacción humana con la tecnología, representa una realidad (visión) que no es real, sino tan solo virtual, o sea, falsa. Ya no se produce una interacción del tipo humano-humano, sino simplemente una simulación en línea del tipo máquina-humano, que sin duda resulta eficaz. Pero, al no ser presencial ni real (excesividad virtual), esa simulación resulta ser no-activa para el ejecutante, que no puede realmente interactuar con alguien vivo y auténtico, pues tal entidad no existe en el dispositivo y, por tanto, la interacción con ella sería imposible. De este modo, en la actividad con las máquinas se produce una disfunción, un exceso que debería ser evitado, según lo planteado antes en la ética utópica de nuestro sistema basado en etopías.